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Los estudios científicos sobre vacunas se basan en teorías controvertidas.
Uno de los factores que más influyen en la indecisión ante las vacunas es la desconfianza general de la población hacia las autoridades, así como hacia quienes se encargan de su desarrollo y regulación.
La desconfianza se expresa a menudo en afirmaciones sobre conflictos de intereses o falta de conocimiento e investigación rigurosa.
Puede dirigirse a diversos grupos, por ejemplo:
También puede dirigirse a la investigación científica y a las propias vacunas.
Aunque la desconfianza se relaciona con la ideación conspirativa, los argumentos enmarcados en esta raíz actitudinal son distintos en el sentido de que los motivos de la desconfianza pueden deberse a experiencias reales (por ejemplo, haber sufrido discriminación en el sistema sanitario). Los argumentos derivados de la desconfianza tampoco tienen por qué estar directamente relacionados con conspiraciones. En cambio, la desconfianza suele manifestarse en forma de declaraciones vagas, llenas de sospechas e incertidumbre, con conclusiones extraídas en función de la fuente del mensaje.
Este tema se centra en la desconfianza hacia el proceso científico que subyace al desarrollo de las vacunas, incluidas afirmaciones tales como que la investigación está manipulada o sesgada. Estos argumentos a menudo seleccionan hechos y resultados para promover la sospecha.
Es comprensible que muchas personas no confíen automáticamente en los estudios científicos que respaldan la vacunación. La investigación científica a menudo se comunica a utilizando una jerga difícil de seguir para los no expertos, lo cual hace difícil entender cómo las pruebas se han ido acumulando con el tiempo hasta apoyar abrumadoramente la teoría inicial. Las personas que argumentan en internet y medios de comunicación que la ciencia que sustenta las vacunas es controvertida pueden ser muy convincentes, de modo que en medio de toda esta confusión puede resultar difícil evaluar los hechos. Afortunadamente, podemos evaluar las múltiples fuentes de evidencia que conducen al establecimiento del conocimiento científico.
El diálogo entre pacientes y profesionales sanitarios resulta más productivo si se basa en la empatía, ofreciendo al paciente la oportunidad de afirmar las razones que subyacen a sus creencias y expresando comprensión respecto a ellas. Debido a ello, es importante comprender las raíces actitudinales que subyacen a las opiniones que manifiestan las personas. Afirmar la raíz actitudinal subyacente de una persona no significa que tengamos que estar de acuerdo con los detalles de sus argumentos. Por ejemplo, podemos reconocer que:
Es comprensible que muchas personas no confíen automáticamente en los estudios científicos que respaldan la vacunación. La investigación científica a menudo se comunica a utilizando una jerga difícil de seguir para los no expertos, lo cual hace difícil entender cómo las pruebas se han ido acumulando con el tiempo hasta apoyar abrumadoramente la teoría inicial. Las personas que argumentan en internet y medios de comunicación que la ciencia que sustenta las vacunas es controvertida pueden ser muy convincentes, de modo que en medio de toda esta confusión puede resultar difícil evaluar los hechos. Afortunadamente, podemos evaluar las múltiples fuentes de evidencia que conducen al establecimiento del conocimiento científico.
La investigación científica sobre las vacunas se asienta sobre una amplia y sólida base de evidencias. Fue la acumulación de evidencia lo que estableció la vacunología como campo de conocimiento. Existe un consenso médico establecido y generalizado sobre el funcionamiento, beneficios y la seguridad de la vacunación. Esto se debe a más de cien años de pruebas procedentes de los millones de personas de todo el mundo que se vacunan cada año.
Información adicional:
Referencias académicas
One of the strongest predictors of vaccine hesitancy is people’s general mistrust of authorities, pharmaceutical companies, scientists, the medical “establishment”, and scientific research methods and findings. The distrust is often expressed in claims about vested interests or a lack of knowledge about vaccinations. It can be directed towards different targets, for example, health and medical authorities or professionals, pharmaceutical companies, the government, and the scientific process and vaccines themselves.
Although distrust is related to conspiracist ideation, arguments framed within this attitude root are distinct in that the reasons for distrust may be due to a person’s lived experience (e.g., having experienced discrimination in the healthcare system). Arguments stemming from distrust also need not relate to conspiracies. Instead, distrust often manifests as vague statements, full of suspicion and uncertainty, with conclusions drawn based on the source of the message.