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Inversión de la carga de la prueba y uso incorrecto de las estadísticas para inferencias causales.
Algunas personas rechazan la vacunación en base a creencias injustificadas. Por ejemplo, la afirmación de que el cuerpo tiene un "potencial curativo natural" o que lo "natural" siempre es mejor. Esto puede llevar a la gente a creer que sufrir una enfermedad "natural" para conseguir la inmunidad posterior es preferible a vacunarse, lo cual es exactamente lo contrario del balance real de riesgos.
Muchos seguidores de la "medicina alternativa" mantienen creencias injustificadas y se muestran escépticos ante las vacunas.
La investigación ha demostrado que estas creencias injustificadas están especialmente determinadas por "variables cognitivas", un término psicológico que describe la forma en que las personas procesan la información.
Son estas variables cognitivas las que separan las creencias injustificadas de las conspiracionistas, en las que influyen principalmente la amenaza percibida y las variables emocionales.
Estas variables cognitivas incluyen:
Este tema ataca la ciencia y las vacunas utilizando falacias. Estas pueden incluir:
Como ocurre con cualquier otro producto médico, no se puede garantizar que una vacuna sea segura y eficaz al 100%. A veces es difícil enfrentarse a la incertidumbre, y el miedo o la aversión son perfectamente comprensibles.
La confusión también puede surgir, por ejemplo, cuando las tasas de vacunación aumentan al mismo tiempo que el número de casos, como puede ocurrir durante una epidemia de gripe o una oleada de COVID-19.
El diálogo entre pacientes y profesionales sanitarios resulta más productivo si se basa en la empatía, ofreciendo al paciente la oportunidad de afirmar las razones que subyacen a sus creencias y expresando comprensión respecto a ellas. Debido a ello, es importante comprender las raíces actitudinales que subyacen a las opiniones que manifiestan las personas. Afirmar la raíz actitudinal subyacente de una persona no significa que tengamos que estar de acuerdo con los detalles de sus argumentos. Por ejemplo, podemos reconocer que:
Como ocurre con cualquier otro producto médico, no se puede garantizar que una vacuna sea segura y eficaz al 100%. A veces es difícil enfrentarse a la incertidumbre, y el miedo o la aversión son perfectamente comprensibles.
La confusión también puede surgir, por ejemplo, cuando las tasas de vacunación aumentan al mismo tiempo que el número de casos, como puede ocurrir durante una epidemia de gripe o una oleada de COVID-19.
Si esperamos a tener una absoluta certeza de seguridad, nunca haremos nada en la vida. Imaginemos que nos negáramos a subir a un coche a menos que el conductor pudiera demostrar al 100% que no tendremos un accidente.
Aunque las vacunas no son eficaces al 100%, sus beneficios superan con creces sus posibles efectos adversos. Del mismo modo, muchos otros tratamientos que damos por sentados tampoco son eficaces al 100% (por ejemplo, cuando tomamos ibuprofeno para un dolor de cabeza), pero confiamos suficientemente en que el medicamento nos ayudará.
Casi nada en esta vida es seguro al 100% y el miedo a los efectos secundarios graves puede llevar a ver conexiones que no existen. Sin embargo, las organizaciones de salud pública y los investigadores independientes disponen de sistemas de seguimiento muy fiables para rastrear todos los posibles efectos secundarios de las vacunas, utilizando potentes herramientas estadísticas y teniendo en cuenta todas las causas potenciales.
Información adicional:
Referencias académicas