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Las vacunas son percibidas como un riesgo mayor que las propias enfermedades.
A menudo, las personas tienen una concepción distorsionada del riesgo que ellas mismas u otras personas corren a causa de una enfermedad, puediendo percibir erróneamente que el riesgo de una enfermedad es bajo o intrascendente. Esto puede motivarlos a creer que no necesitan una vacuna o que los inconvenientes superan los beneficios. Se ha comprobado que una percepción errónea del riesgo de enfermedad está relacionada con actitudes reticentes hacia la vacunación.
El propio éxito de las vacunas es una de las razones por las que la gente tiende a subestimar el riesgo de las enfermedades. Es fácil pensar erróneamente que el riesgo de una enfermedad prevenible es bajo cuando pocas personas, o ninguna, la padecen.
Este tema enmarca la decisión de no vacunarse como un cálculo racional de riesgos y beneficios. Sin embargo, el cálculo se basa en una percepción distorsionada de:
Las desventajas de las vacunas son sobrestimadas a la vez que se infraestimas sus beneficios, de modo que el análisis coste-beneficio llevado a cabo se encuentra sesgado. La gente también puede afirmar que sus percepciones distorsionadas son ciertas y que son los demás aquellos que distorsionan las probabilidades.
Dado que la mayoría de las personas no tienen contacto habitual con enfermedades prevenibles mediante vacunación, es posible que no teman a estas enfermedades. En países como el Reino Unido, las vacunas han tenido un gran éxito a la hora de reducir la incidencia de algunas enfermedades que constituían una amenaza hace algunas décadas, como el sarampión. En estas condiciones, los pequeños riesgos de la vacunación pueden parecer una amenaza mayor de lo que son, ya que parecen más cercanos que el riesgo de enfermedades con las que no se tiene experiencia directa.
El diálogo entre pacientes y profesionales sanitarios resulta más productivo si se basa en la empatía, ofreciendo al paciente la oportunidad de afirmar las razones que subyacen a sus creencias y expresando comprensión respecto a ellas. Debido a ello, es importante comprender las raíces actitudinales que subyacen a las opiniones que manifiestan las personas. Afirmar la raíz actitudinal subyacente de una persona no significa que tengamos que estar de acuerdo con los detalles de sus argumentos. Por ejemplo, podemos reconocer que:
Dado que la mayoría de las personas no tienen contacto habitual con enfermedades prevenibles mediante vacunación, es posible que no teman a estas enfermedades. En países como el Reino Unido, las vacunas han tenido un gran éxito a la hora de reducir la incidencia de algunas enfermedades que constituían una amenaza hace algunas décadas, como el sarampión. En estas condiciones, los pequeños riesgos de la vacunación pueden parecer una amenaza mayor de lo que son, ya que parecen más cercanos que el riesgo de enfermedades con las que no se tiene experiencia directa.
Las vacunas protegen contra enfermedades y dolencias graves. En el peor de los casos, estas enfermedades pueden tener consecuencias fatales, provocando discapacidad y muerte.
Las recomendaciones de vacunación en los distintos países se adaptan al riesgo de enfermedad de cada país. Por ejemplo, la vacuna contra el sarampión se recomienda en todo el mundo porque la enfermedad es muy peligrosa para todos. Antes de la introducción de la vacuna, en una fecha tan reciente como 1980, el sarampión causaba más de 2,6 millones de muertes en todo el mundo. Pero la vacuna contra la malaria sólo es recomendada en determinados países en los que la enfermedad constituye una amenaza.
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Referencias académicas