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Cuando se trata de vacunas, ¿por qué se habla de "tergiversación del riesgo"?

Descartar el riesgo de contraer la enfermedad, considerando irrelevante su incidencia.

A menudo, las personas tienen una concepción distorsionada del riesgo que ellas mismas u otras personas corren a causa de una enfermedad, puediendo percibir erróneamente que el riesgo de una enfermedad es bajo o intrascendente. Esto puede motivarlos a creer que no necesitan una vacuna o que los inconvenientes superan los beneficios. Se ha comprobado que una percepción errónea del riesgo de enfermedad está relacionada con actitudes reticentes hacia la vacunación.

El propio éxito de las vacunas es una de las razones por las que la gente tiende a subestimar el riesgo de las enfermedades. Es fácil pensar erróneamente que el riesgo de una enfermedad prevenible es bajo cuando pocas personas, o ninguna, la padecen.

Este tema desestima el riesgo de padecer la enfermedad (en contraposición a la gravedad de la enfermedad). En casos extremos, la enfermedad se considera inexistente o irrelevante en el contexto de la persona.

¿Qué hay de verdad en ello?

Dado que la mayoría de las personas no tienen contacto habitual con enfermedades prevenibles mediante vacunación, es posible que no teman a estas enfermedades. En países como España, las vacunas han tenido un gran éxito a la hora de reducir la incidencia de algunas enfermedades que constituían una gran amenaza hace algunas décadas, como el sarampión. Puede resultar difícil ver la importancia real de las vacunas si no se dispone de experiencia directa de las enfermedades que previenen.

¿Qué podría decirle a alguien con esta creencia?

El diálogo entre pacientes y profesionales sanitarios resulta más productivo si se basa en la empatía, ofreciendo al paciente la oportunidad de afirmar las razones que subyacen a sus creencias y expresando comprensión respecto a ellas. Debido a ello, es importante comprender las raíces actitudinales que subyacen a las opiniones que manifiestan las personas. Afirmar la raíz actitudinal subyacente de una persona no significa que tengamos que estar de acuerdo con los detalles de sus argumentos. Por ejemplo, podemos reconocer que:

Dado que la mayoría de las personas no tienen contacto habitual con enfermedades prevenibles mediante vacunación, es posible que no teman a estas enfermedades. En países como España, las vacunas han tenido un gran éxito a la hora de reducir la incidencia de algunas enfermedades que constituían una gran amenaza hace algunas décadas, como el sarampión. Puede resultar difícil ver la importancia real de las vacunas si no se dispone de experiencia directa de las enfermedades que previenen.



Una vez hayamos generado un contexto propicio mediante esta afirmación parcial, podemos proceder a corregir la creencia errónea del paciente.

No debemos subestimar el riesgo de contraer una enfermedad prevenible mediante vacunación. Sin vacunas, estas enfermedades pueden suponer un peligro para nuestras vidas. En un mundo cada vez más conectado, las enfermedades infecciosas pueden cruzar fronteras y océanos e infectar fácilmente a cualquiera que no esté vacunado.

Se han registrado brotes recientes de enfermedades que se encontraban bajo control porque la gente dejó de vacunarse contra ellas al pensar que eran irrelevantes. Por ejemplo, en 2019, muchas comunidades de Estados Unidos se enfrentaron a grandes brotes de sarampión debido a que las tasas de vacunación habían descendido.

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